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Dignifica a las
“pelonas”
viernes 19 de octubre de 2012
Ahora
soy esta Daniela, estoy feliz y lo que me importa es que estoy viva”, dice
una mujer que sabe que la diferencia entre muerte y suerte es la primera
letra; una mujer a la que no le agobia su cambio de imagen, pese a que por
muchos años fue “la del pelo largo” y que se negó a usar una peluca para
ocultar la ausencia de cabello que le dejó someterse a 15 quimioterapias y
a 30 radioterapias.
“Tengo
150 en mi casa y no voy a usar (le dijo a su médico) porque también quiero
que las mujeres se sientan dignas cuando me vean, me vieron pelona en
muchos lugares. Ahora los jóvenes y hasta las mujeres se rapan porque es
muy cool, pero ven a una mujer calva y dicen: ‘pobrecita, tiene cáncer’ y
lo que nunca quieres en la vida es causar lástima.
“Nos
deberían poner alfombra roja y aplaudir que pudimos pasarla y llegar al
sitio donde teníamos que llegar; hay que dignificar esas cosas y que no
sea tan importante tu aspecto físico; todos los que pasamos por la
enfermedad sabemos que te va a a pasar todo eso y ahí no reside la
belleza, sino en tu fortaleza y vitalidad, tu actitud para la vida y para
enfrentar algo que te es totalmente ajeno”.
Ahora
Daniela quiere tomarse las cosas con calma y hacer todo a su tiempo y
ritmo. “Aprecias las cosas de un modo diferente, el día que vuelves a
comer y algo te sabe... Yo quería comer para estar fuerte y era un
sacrificio, porque no me gusta lo dulce y les decía que me hicieran agua
de jamaica o limón y azúcar para calmar las náuseas, y comía helado y
cosas que no me gustan porque era lo único que confortaba el sabor a
fierro que tenía en la boca de día y de noche, era una cosa horrible”.
También
tuvo dolor y mucho, reconoce, pero aguantó porque “quería que todo mundo
estuviera contento”.
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Está en tus
manos: entrevista con Daniela Romo
viernes 19 de octubre de 2012
La
cantante fue víctima del cáncer de mama, el cual venció con disciplina y
confianza. En el Día Mundial contra el Cáncer de Mama, Publimetro
entrevistó a la actriz, quien se reencontró consigo misma y dejó atrás las
máscaras. Se pronunció por una cultura de la detección temprana
¿Cómo te detectaron el tumor?
– Cada año voy a que me hagan mi mastografía, el ultrasonido, el
papanicolaou; siempre me lo he regalado de cumpleaños, es un regalo de
vida para ti. Fue en la última revisión (que postergué para el 31 de
octubre de 2011) cuando me detectaron un tumor triple negativo, el más
fuerte y mortal. Sí, fue fuerte, pero esa detección temprana me ayudó a
que me quitaran a tiempo el tumor. Afortunadamente salvé mi seno.
¿Qué fue lo más doloroso?
– La prueba de ganglio centinela; el gánglio guía que te indica dónde está
el punto de lo que te necesitan quitar. Fue lo más doloroso que he vivido
en mi vida y tengo un umbral del dolor altísimo. Es medicina nuclear: te
inyectan un material espeso y metálico en el pezón, como el mercurio de
los termómetros; la inyección no duele, sino el paso del material. Después
de eso dije ¡ya lo que venga! Localizaron el ganglio, el tumor, me
durmieron, me operaron, me quitaron el ganglio y el tumor que salió
enterito; afortunadamente no estaba contaminada ninguna otra parte. Pero
como era triple negativo tuve quimioterapia y radioterapia.
¿Qué
implicó enfrentar este proceso?
– Entrar en un mundo desconocido. El lenguaje es directo, duro, ni besito
te dan. Los oncólogos economizan la ternurilla y el rollo afectivo que
pudiéramos necesitar las pacientes, porque requieren decirte las cosas
como son. De por sí te dicen “tienes cáncer” y tú contestas “no, soy
virgo” (risas). Lo bloqueas un poquito y hay un proceso emocional y mental
que asimilar.
¿Crees que el mes del cáncer de mama se toma más
como una efeméride?
– Sí, hay mensajes de que hay que checarse, tocarse,
el moñito rosa, el balón rosa, pero no hay conciencia sobre el tema. Es
parte de la educación a trabajar en casa y en la escuela. Desde que las
niñas tienen su primera menstruación deben ir al ginecólogo, es una buena
costumbre que se requiere adquirir, y los hombres necesitan aprender a
tocarse, porque hay mucho cáncer de testículo. Deberían realizarse
campañas en las secundarias.
¿Qué se necesita informar?
– Trabajar en la detección oportuna, reconocer
nuestros cuerpos tanto hombres como mujeres y desterrar la ignorancia y el
miedo. Luego escuchamos mensajes como “ya vas a ir a enseñarle las tetas a
esos doctorcitos de quién sabe dónde” o “a qué voy, a que me digan que
tengo algo, mejor no voy”.
¿Cómo fue tu reacción al conocer la noticia?
– Me sentí vacía, no sentí feo ni bonito. Me dije
“concéntrate” y pasó por mi mente “yo tengo que salir de esto y lo voy a
vivir”. El primer miedo que tuve fue mi mamá: va a cumplir 88 años y pensé
“si le digo, le va a dar un infarto o cómo le hago saber”. No lloré, no me
sentí mal, siempre le quise decir a todo mundo “no se apuren, hombre”.
Psicológicamente estás para alivianar a todos los que ves llorando por ti.
¿Públicamente cómo lo enfrentaste; te preocupaba?
– No, me importaba mi primer entorno. La primera vez
que lloré fue cuando se murió Pedro Armendáriz, de cáncer. Pensé: uno sí
se puede morir; fue a los tres meses de que inicié el proceso y cuando
estaba con quimioterapias, cuando te envenenan el cuerpo. Tuve muchos
privilegios: salvar mi seno, tener un seguro médico, que es muy
recomendable y que Televisa me apoyó y me dio tiempo para luchar por esto.
Dejé proyectos pendientes como el lanzamiento de un disco. Me concentré en
mí.
¿Cambió tu vida cotidiana?
– La mayor diferencia fue la comida, porque pierdes
el sabor, todo te sabe a metal, a clavo. Aprendí a comer con los ojos.
Tienes náuseas. A veces sí lloraba porque sabía horrible. Un día me vieron
llorando porque algo me volvió a saber rico. Ves la vida y te preguntas:
“¿De veras somos así?” Nos quejamos de todo, nos mentamos la madre, el
paisaje es agresivo y no apreciamos ni una sola cosa buena de un día y, de
pronto, vuelves a la vida y dices: no me voy a estar fijando en las
idioteces del universo.
¿Cambiaron tus placeres?
– A güigüis; te los cambia el doctor. Tuve la
oportunidad de despojarme de todo lo que pensaba que era, que es lo de
afuera, lo que importa es lo de adentro. La máscara es lo que crea la
palabra personalidad. Algo básico es la confianza en ti y la parte
espiritual. Fue reencontrarme y reconocerme sin disfraz. Eres capaz de
verte, quererte y saberte como eres; es un reencuentro con tus demonios y
tus bondades.
Mensaje
“No
voy a usar peluca. Ves a una mujer calva y dicen que es una pobre
cancerosa. Alfombra roja nos deberían poner y aplaudirnos a las que
pudimos cruzarla con nuestra calvicie, porque somos heroínas de guerra;
son nuestros daños colaterales. Por qué no les aplauden en lugar de
verlas con lástima”.